miércoles, 8 de septiembre de 2021

¡Tenemos el poder!: 50 años del Festival de Avándaro




Por: SantiagoG | 8 Septiembre 2021

 

Antecedentes Político-Social

Música, droga y sexo: El frenesi de Avándaro”; “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre, muerte”, eran encabezados de medios impresos de comunicación, que se dieron a la tarea de menospreciar y “satanizar” por órdenes del gobierno en turno, uno de los festivales masivos más importantes en Latinoámerica de 1971: El Festival de Avándaro.


Sin duda alguna, el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, tuvo un nivel de desprestigio garrafal por parte de las grandes esferas políticas y grupos conservadores; aterrorizados por el gran impacto de convocatoria que provocó en miles de jóvenes y que incluso llegó a compararse con el Festival de Woodstock, un evento masivo realizado dos años antes a las afueras de Nueva York.

Era 1971 y el priista y exsecretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, era presidente de México. Sí, ese quien fuera cómplice de uno de los genocidios más cobardes perpetrados por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, es decir, “La Matanza de Tlatelolco”, aquella masacre en donde jóvenes estudiantes fueron, detenidos, torturados, desaparecidos y asesinados en la Plaza de las Tres Culturas en aquel 2 de octubre de 1968.


El contexto político-social de aquel entonces fue conocido como “guerra sucia”, pues estaba relacionado con un conjunto de medidas de represión militar, con el objetivo de disolver movimientos sociales que estaban en “contra” del Estado mexicano. Este conjunto de movimientos fue denominado “revolución cultural de 1968”, caracterizado por transformar para siempre los tres principales espacios de recreación de la cultura: la familia, los medios de comunicación y la escuela. 

El segundo evento que conforma la  guerra sucia  se refiere  a  la  masacre del Jueves de Corpus, también conocida como “El Halconazo”,  por la participación de un grupo de élite del Ejército mexicano conocido como Los Halcones. Dicho evento sucedió en la Ciudad de México el 10 de junio de 1971, cuando una manifestación en apoyo a los estudiantes universitarios de Monterrey y nuevamente a favor de la apertura democrática fue violentamente reprimida.


Los Halcones atacaron a los estudiantes, quienes inútilmente intentaron esconderse. La policía no intervino, pues no tenía “órdenes” de actuar, permaneciendo como espectadora y permitiendo que hubiese más de 30 muertos y como era de esperarse, el presidente, Echeverría Álvarez, se deslindó descaradamente de los hechos. 

Era claro que los jóvenes experimentaban un hartazgo político-social, mismo, que estaba por terminar...


Avándaro, el festival que transgredió al gobierno  

“Ese 11 y 12 de septiembre de 1971, en ese pueblito pintoresco, cerca de Valle de Bravo, la juventud y el rock perdieron la inocencia”...

Años de politización y represión juvenil y de críticas al Rock & Roll por parte de un gobierno rígido y prematuramente envejecido, crearon en estos jóvenes una nueva línea de sueños, de utopías hedonistas e izquierdistas; hippies militantes de movimientos contraculturales, buscando modificar la vida cotidiana con un aquí y un ahora. Este movimiento se partió en dos con el concierto de Avándaro, al que atacaron por igual el Estado y los medios de comunicación.


En 1968 nació la nueva Onda Chicana, un nuevo intento de llevar el rock a nuestro país hasta otro nivel. La única diferencia era que aún era escrita y cantada en inglés; el movimiento estudiantil influyó mucho ya que bandas alzaron la voz por nuestro país, dos años después ocurre el famoso Festival  de Rock y Ruedas de Avándaro

“Ese 11 y 12 de septiembre de 1971, en ese pueblito pintoresco, cerca de Valle de Bravo, la juventud y el rock perdieron la inocencia”, puntualizó el productor y organizador, Luis de Llano Macedo

De Llano Macedo, sostuvo que el encuentro musical fue un parteaguas social en la historia de la música en México: “Fue un suceso único, nunca habrá otro igual, pero no puedo negar que en ése momento fue inquietante. A principios de los 70 se estaban revelando, estaban muy recientes los hechos de represión contra los jóvenes”.

Lo que en un principio sería una “Noche mexicana”, con una carrera de autos, terminó en un festival musical que mucha gente compara con el mundialmente famoso Festival de Música y Arte de Woodstock. Se contabiliza que originalmente asistirían 15 mil personas, pero al final la cifra superó las 300 mil. Las bandas que se presentaron también aumentaron de lo planeado, incluyendo a grupos como Los Dug Dugs, La División del Norte, Peace and Love, Three Souls in my Mind, El Ritual, Bandida, El Amor y más bandas.


El plan original era que el Festival empezará a las 19:00 hrs del sábado y terminará a las 8:00 am del domingo para iniciar la carrera. En el ínter se iban a editar los momentos más importantes del festival para enviar la señal a la TV.  En la radio el festival sería transmitido en vivo. 

Todo pintaba bien, sin embargo, los focos rojos se prendieron en el gobierno de Echeverría, pues pese a la masacre del 68 y los hechos recientes de El Halconazo, la juventud seguía manifestando sus posturas políticas. No a la guerra, a la violencia, represión, pobreza, fueron sus consignas y exigencias hacia el mal gobierno. Lamentablemente, la respuesta fue sumamente tajante y esta vez, el partido tricolor usó otra arma para reprimir tal Festival: La censura y el amarillismo.


“¡Tenemos el poder!”

“La radio transmitía en vivo el concierto, pero tras el grito de la banda Peace and Love, la radio calló y con ello, el rock también”...

Alarma!, aquella legendaria revista que tuvo su primera publicación el 17 de abril de 1963 y que fue fundada por el periodista Carlos Samayoa Lizárraga, mismo que revolucionó el periodismo mexicano y creó un modelo violento y “semipornografico” que poco después fue bautizado como “Prensa Roja”, fue uno de los tantos medios de comunicación que se encargaron de deslegitimar aquel primer y último evento del Festival de Avándaro.


En Avándaro el poder de convocatoria de la música se dio cuando Peace and Love puso a vibrar a los más de 300 mil personas que asistieron, y al micrófono gritó “chingue a su madre el que no cante”, la radio transmitía el concierto, pero tras el grito la radio calló por un momento. Fue un fenómeno que se dio, con razones políticas disfrazadas, sin embargo, no hubo asaltos, no hubo pleitos, no hubo violaciones.

Pese a ello, la banda no dejó de tocar y envueltos en la euforia que envolvía el festival, Peace and Love decidió interpretar su sencillo “We Got the Power”. Ahí los asistentes empezaron a corear la frase “¡Tenemos el poder!” repetidamente, mientras que los helicópteros de la policía sobrevolaban la zona para comprobar la magnitud del evento y, posteriormente, cortar la transmisión de radio y de televisión. El sistema político por un momento pensó lo peor. Miles de Jóvenes desenfrenados de diferentes clases sociales y testigos de un Gobierno autoritario, podrían darlo todo y no perder nada.


El amor y paz, la psicodelia y esa sensación de liberación guiaron los actos de todos los jóvenes ahí presentes. Si bien hubieron drogas, alcohol y seguramente actos sexuales, sin embargo, se pudo mostrar que no hubo consecuencias negativas entre los asistentes, incluso los datos de la policía mostraron saldo prácticamente blanco y el festival fue un espacio de diversión y expresión como no se había visto en México.

Ahí me encontré con una realidad de mi país que no conocía y que me gustó mucho. Fue muy exagerado todo lo que se dijo. No hubo ni sexo, ni drogas. Se fumaba mota (marihuana), eso sí, y alguien tendría sexo, pero no lo veías. Eso fue todo”, recordó la fotógrafa Graciela Iturbide en una entrevista con el medio español, El País, refiriéndose a su libro Yo estuve en Avándaro (Trilce Ediciones, 2014), el cual retrata bajo su lente cómo fue ese día. Aquella declaración se relaciona con las versiones de Álex Lora, Luis De Llano y el organizador Armando Molina.


¡Chichis pa’ la banda!

“¿Quién fue la encuerada de Avándaro? Aquella jovencita que decidió desvestirse ante los ojos de todos y que gracias a ella nació la frase: ¡Chichis pa’ la banda!”...

Se le vio caminar entre la multitud. Vestía con una blusa blanca, pantalones azules, el cabello largo y color castaño claro. Sus pasos eran con movimiento. Ella caminaba y bailaba al mismo tiempo. Con determinación subió  a uno de los camiones de Telesistema Mexicano. En segundos, se desvistió.

Aunque en la actualidad se desconoce el paradero de la “Encuerada de Avándaro”, se dice que es o era, oriunda de Monterrey y bajo el nombre de Alma Rosa González López y con 16 años de edad, encabezó portadas de varios diarios nacionales al despojarse de su playera blanca y luego toda su ropa, según ella, lo hizo como un acto de rebeldía, pues aseguraba se sentía acosada por los presentes y al desvestirse quería dar un mensaje: “¡Alivianense!”. Lo hizo sin pensarlo mucho, así fue como lo declaró hace años a la mítica revista Piedra Rodante.


Como era de esperarse, la revista Alarma! calificó al festival como una orgía y una degeneración de la sociedad, teniendo como ilustración a Alma Rosa Gómez López, mejor conocida como “La encuerada de Avándaro”, “La avandarito” o “La encuerada”.



El Oscurantismo del rock en México

Al ver el impacto masivo del Festival Rock y Ruedas de Avándaro, las autoridades clausuraron la carrera de autos que se tenía programada para el domingo 12 de septiembre, mientras que los titulares de la prensa destacaron el uso de estupefacientes y el descontrol de una juventud alocada.

Frente a aquel escenario, el presidente Luis Echeverría, inició una guerra contra la música de masas y prohibió la expansión de este tipo de festivales por el territorio, una medida que también compartieron mandatarios como José López Portillo y Miguel de La Madrid; todos militantes del PRI, el mismo que se mantuvo en el poder por casi 70 años.


Se desató una enorme censura y represión, siempre velada hacia el rock nacional y que no terminó hasta los años 80. Dejó de sonar en las radios y las discográficas le cerraron las puertas. La calidad disminuyó porque los músicos emigraron a Estados Unidos y los que se quedaron permanecieron en la semiclandestinidad”, comenta el autor de los textos en el libro de Graciela Iturbide, Federico Rubli.

Aun así, el Rock & Roll permaneció vivo en diferentes puntos recónditos de nuestro bello México y a pesar de que los músicos se vieron enfrentados a una serie de problemáticas, eso solo intensificó la energía y esa visión contestataria que ya venían acumulando desde hace décadas.


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